En el año 1997 se estrenaba la película Anastasia de Century Fox y para mí, con 7 años, una nueva obsesión.
Anastasia me llevó a Rusia y me descubrió un sitio donde había palacios enormes, mucha nieve y gente con gorros de pelo bailando en cuclillas.
Así que ahí estaba yo, en el salón de casa leyéndome toda la historia de los Romanov … no la historia más dulce para una niña de mi edad, pero yo QUERÍA SABER MÁS.
Pidiendo a mis padres que me bajasen los tomos de la enciclopedia y buscando en la encarta me pasaba yo los ratos libres, tardes leyendo sobre los zares y la revolución (por favor, si hay algún post millenial en la sala que deje de buscar esa palabras raras en el diccionario google).
Aún encima, yo nacida en diciembre, había descubierto mi nueva canción favorita «uuuuna vez en dicieeeembreeeee…» y mi hermana (14 años mayor que yo) aprendiéndosela para tenerme contenta («todo es poco por Selinaaaa» que diríamos después).
Por supuesto cuando mi madrina vino a verme ¿qué hice? pedirle otra vez ir al cine a ver la dichosa película.
Los años pasaron y al final ni novio ruso (aunque nos confundiesen con unos en República Dominicana ), ni aprender ruso (bueno, spasiva y nasdrovia lo digo bien).
Pero esa «pasión» por Rusia seguía ahí y en cuanto me dijeron ¿a dónde vamos este año de viaje? mi respuesta fue: » A Rusia por favorrrrrrrrrrrrrr «.
Así que aquí estoy escribiendo a pocas horas de irme y con mucha, mucha ilusión.
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