Cerca de estas fechas, hace ya dos años, descubríamos y disfrutábamos de Rusia. Quién nos iba a decir que desde la ventana de nuestro salón , con las mismas vistas ya una semana, íbamos a echar tanto de menos ver algo diferente.

No tenemos tiempo, o no teníamos, para pensar en ello, para contar nuestras experiencias, para acabar este post. Y ahora, me sobra.

Llegamos a San Petersburgo a bordo del Flecha Roja, tren con nombre de película que nos acercó un poco a lo que pudo ser la Rusia de los zares, el lujo y la pomposidad. Aunque en nuestro compartimento de 4 camas estábamos más cerca de los trabajadores de segunda clase.

Nuestra vagón tenía de todo, cada centímetro aprovechado, y lo que parecían solo dos sillones se convertirían aquí y allí en cuatro camas.

El traqueteo del tren, las vías y el paisaje indescifrable en la noche nos acompañó desde la rusa Moscú hasta la más» europea» San Petersbrugo.

El revisor nos despertó a las 7 de la mañana, aunque Javi no lo necesitó porque casi no pegó ojo, y nos trajeron el desayuno a nuestra cama.

Nunca había desayunado en un lugar así, y ahora pienso que qué maravilloso sería despertarse cada día con el desayuno hecho en una ciudad diferente del mundo.

Llegamos a la estación  Moskovskaya  y bajamos al andén en una fría pero soleada mañana. Nos dirigimos en metro a nuestro hotel y aquí comienzan nuestros 4 días en San Petersburgo ¿vienes?

Bienvenidos a San Petersburgo

Día 1 – Free tour y Hermitage

Dejamos las maletas en nuestras habitaciones del Hotel Wow on Nevsky, prácticamente recién abierto cuando fuimos nosotros. Muy buena relación calidad-precio, céntrico (a escasos pasos del Hermitage) y con desayuno incluido.

Nos abrigamos bien y nos dirigimos a la Plaza del Palacio, en la «Columna de Alejandro» nos espera nuestra guía para el free tour de casi 3 horas, con el que queríamos aprovechar bien nuestra toma de contacto con la ciudad.

Lucía el sol, y nos avisó de que era algo peligroso, cuando en San Petersburgo hace sol el frío suele ser tremendo… no te confíes, y tenía razón. En cada parada buscábamos un rayito para no congelarnos, pero aún así valió mucho la pena.

En este primer recorrido ya pudimos ver la diferencia con Moscú, los palacios, avenidas, edificios;la arquitectura recordaba más a Europa, a grandes ciudades como París.

San Petersburgo fue fundada por el zar Pedro el Grande en 1703 y su intención era convertirla en la ventana de Rusia hacia occidente, de ahí sus características.

¿Sabías que San Petersburgo tuvo dos nombres más?
Entre 1914 y 1924, en honor a su fundador, se llamó Petrogrado y tras la muerte de Lenin entre 1924 y 1991 se llamó Leningrado.

Durante el free tour recorrimos sus enormes avenidas, nos señaló la fachada de la librería/café Singer de estilo Art Nouveau , conocimos la historia de la receta «Stroganoff» y las diferencias entre la Iglesia Católica y la vertiente Ortodoxa.

Pudimos entrar en la colosal Catedral de San Isaac, y presenciar las peculiaridades de la misa ortodoxa, inquietante y cautivadora para mí a partes iguales.

Terminamos la visita admirando la fachada de un símbolo de la ciudad y conociendo su historia , ¿os imagináis de qué edificio?

Hablo de la impresionante Iglesia del Salvador sobre la Sangre Derramada, construida en el lugar donde asesinaron al Zar Alejandro II.

Tras casi 3 horas de recorrido y con necesidad de algo caliente, nos dirigimos a un restaurante recomendado por nuestra guía y en el cual repetiríamos otro día más.

Los restaurantes «Market Place» disponen de comida típica rusa, en un ambiente acogedor y a muy buen precio. Todo lo que comimos estaba delicioso y diferente a la comida mediterránea a la que estamos acostumbrados, aunque había variedad de platos y podías optar por opciones más «occidentales».
Comer rico y sano, beber, postre etc por unos 10€ por cabeza ¿qué más se puede pedir?

Tras un buen café caliente ya estamos repuestos para seguir y nos vamos a visitar el Hermitage. Los miércoles por la tarde este colosal museo , Palacio de Invierno, el horario se alarga hasta las 9 de la noche.

¿Se puede ver todo en una tarde?

Ni lo intentes. La colección del Hermitage actualmente es de más de dos millones de objetos y se reparten por sus 5 edificios.

El Palacio de Invierno, fue vivienda habitual de los zares por lo que no estamos ante un museo cualquiera, sino que el hecho de visitar el edificio en sí ya supone visitar una obra de arte.
La fastuosidad del Palacio , sabiendo un poco sobre la historia de Rusia, resulta casi insultante, abrumadora, ¿cómo no se iba a levantar el pueblo ante tales muestras de derroche?


Pero esto a lo largo de todo nuestro viaje fue una tónica común, una impresión que me invadía cada vez que entraba en una de las propiedades del régimen zarista.

La entrada al Hermitage cuesta 700 rublos por persona y se puede entrar en los 5 edificios.

Tras horas de arte, concluimos nuestro primer día en la ciudad cenando y tomando algo por la zona , muy animada y con muchos bares y restaurantes en los que refugiarse del frío.

Día 2 – Palacio Peterhoff y Fortaleza Pedro-Pablo

Comienza nuestro segundo día en San Petersburgo. Al haber viajado en Semana Santa nos vemos algo limitados en los horarios de los museos por lo que pasaremos la mañana en el Palacio de Peterhoff, ya que en estas fechas cierra pronto.

Tomamos el metro (55R) y posteriormente el bus (80R) que tarda unos 45 minutos hasta el Palacio.

Conseguimos subirnos en el bus correcto gracias a consultarlo previamente en maps (los carteles y paradas no son muy claros, la mayoría solo en cirílico) . Pero además hay que agradecérselo a la revisora, una señora mayor que nos ve congelados y nos deja subir.

El bus iba en sentido contrario, hacemos 2 paradas hasta llegar a final de línea y no nos cobra hasta que comienza en el sentido correcto. Un amor de mujer. ¡Se apiadó de nosotros! .A cambio intentó darnos conversación durante todo el trayecto (su hija vivía en Italia y chapurreaba italiano)

Nos acercamos en metro desde Pushkinskaya en línea 1 hasta la estación Avtovo y allí cogimos en bus 210 (o 200 también)

El Palacio de Peterhoff es comparado por muchos con Versailles, cuenta con unos jardines espectaculares, que en invierno irradiaban una belleza especial con sus árboles llenos de nieve y témpanos , a pesar de no poder ver las fuentes en funcionamiento, nos encantó.

Algunas guías se le denomina el «Versailles ruso» a este palacio en el golfo de Finlandia. La entrada cuesta 1.200 Rublos e incluye la visita a el «Palacio Grande» .
El pase a los jardines cuesta 900R de abril a octubre y fuera de temporada es gratuita (nuestro caso).
Nosotros invertimos una hora aproximadamente en ver el edificio por dentro y luego paseamos por todo el territorio que lo rodea.

Tras volver a San Petersburgo y comer, descansamos un poco antes de retomar nuestros paseos por la ciudad.

Invertimos la tarde en cruzar a la otra orilla del río Neva (espectacular imagen verlo congelado) e ir hasta la Isla Záyachi (isla de las liebres), donde se sitúa la Fortaleza de Pedro y Pablo, donde se fundó la ciudad. En su interior se encuentra el almirantazgo y otros edificios, pero que sin embargo en marzo estaban cerrados a partir de las 4 de la tarde.

Pasemos por el interior de la fortaleza, admiramos las vistas del Palacio de Invierno desde las murallas y aprovechamos para visitar esta parte de la ciudad.

¿Qué podemos ver a este lado?

Nos llamó la atención la gran mezquita , fue la más grande de Europa a principios de S. XX. Con sus minaretes de casi 50 metros y los vivos colores azules y verdes de su fachada, suponen un contraste con el resto de edificaciones que la rodean.

También a este lado del río se puede visitar el Acorazado Aurora, símbolo de la revolución de octubre de 1917, ya que su cañonazo fue señal del asalto del Palacio de Invierno.

Continuamos paseando sin rumbo, disfrutando del paisaje, imaginando ese gran río sin hielo durante el verano (famosas sus noches blancas donde los espectáculos de luz y el movimiento de los puentes las amenizan) y dejando que San Petersburgo nos fuese embaucando cada vez más.

Acabamos acercándonos al café Singer a comprar varias postales, comer algo y dejar que el cansancio nos invadiese al igual que el frío , que volvía según caía el sol.

Otro día más había pasado en la ciudad de Pedro.

Día 3 – Palacio de Catalina e Iglesia del Salvador .

El tercer día venía cargado de platos fuertes.

Debido a la cercanía a nuestro alojamiento decidimos visitar por la mañana decidimos visitar la Iglesia del Salvador sobre la sangre derramada. Sorpresa la nuestra al ver que no abrían hasta las 10.30h, por lo que nos tocó darnos un paseo por los jardines anexos.

La entrada cuesta 350R (3€) y ya a primera hora estaba bastante llena.

Esta Iglesia es también conocida como la Iglesia o Catedral de la Resurrección de Cristo. Como comentaba anteriormente, está construída en el lugar donde fue asesinado, en un atentado, el zar Alejandro II en 1881.

Otro dato curioso es que durante la Segunda Guerra Mundial, en el bloqueo de Leningrado, una bomba cayó sobre la cúpula más alta de la iglesia. Por suerte, no llegó a explotar y fue encontrada y retirada casi 20 años después.

Y como no hay dos sin tres, os contaré el último dato curioso que me llamó la atención sobre este edificio:

Durante el gobierno Stalin, éste no tuvo mejor idea (ya que no se utilizaba como edificio de culto,prohibido por aquel entonces) y decidió darle uso como almacén, principalmente de patatas. Lo que ayudó a su deterioro.

¡Qué suerte tenemos ahora de poder volver a admirarla en su esplendor!Porque no se trata de una iglesia solo espectacular en su exterior, el tipo de arquitectura rusa con esos colores la hacen destacar en el paisaje, sino que el interior es realmente impresionante.

Podría decir que una de las iglesias/monumentos que me han dejado con la boca abierta nada más atravesar las puertas. Las fotografías no le hacen justicia, hay que ir y verla.

Tras esta visita nos dirigimos a otro lugar, no menos espectacular, el Palacio de Catalina. Un «simple» palacio de veraneo de los zares a media hora de la ciudad aproximadamente.
Os imagináis lo sencillito que es,¿no? 😉

El viaje a Rusia en sí, era un sueño viajero cumplido, pero este palacio tenía algo especial en su interior. Su gran salón dorado, salón de baile, sirvió de inspiración para una de las escenas de mis películas favoritas de niña, Anastasia.

¿Recordais la escena en la que cantan «una vez en Diciembre»? Pues en esta espectacular sala de 1000m2 con espejos, oro y toda clase de florituras es donde tiene lugar.

Además de este espectacular salón, todo el palacio en sí es una obra de arte.
En su interior está también la Sala de Ámbar, restaurada por fondos alemanes (fueron quienes la saquearon en la Segunda Guerra Mundial) y efectivamente, sus paredes están forradas de pequeños fragmentos de ámbar.

La entrada al Palacio cuesta 1500 Rublos (17€) y para llegar nosotros nos acercamos en metro hasta la estación Kupchino y luego cogimos el minibus  K-286, también te llevan K-342 o K-545.

Para rematar este penúltimo día , mis acompañantes propusieron y a «estirar las piernas» dando un paseo hasta el Estadio del Zenit de San Petersburgo y como hacía un día soleado, accedí.

Nada más lejos de dar un pequeño paseo, se convirtió en una expedición ya que el supuesto estadio que estaba cerca era el antiguo , y acabamos caminando unas 2 horas hasta llegar al nuevo.

Anocheció, teníamos el pequeño router sin bateria y seguimos andando hasta conseguir llegar. Resignada me senté en el parque adyacente (congelada también) y esperé a que fuesen a verlo. Lo peor fue comprobar que en metro tardamos en volver poco más de 20 minutos.

Línea 5 (morada) desde la parada Krestovskiy ostrov hasta la de
Admiralteyskaya (al lado de nuestro hotel). Lo dejo para deleite de los más futboleros.

Pero bueno, ¡no fue una mala opción para abrir apetito!

Estadio Zenit de San Petersburgo

Nos pusimos guapos, tras una larga ducha caliente, y nos dirigimos al restaurante Katyushka. Es un restaurante decorado de una fomra particular, estampados rococó y las camareras vestidas al antiguo estilo ruso. ¿Puede que dirigido a turistas? No os lo niego, aunque se veían bastante rusos.

Fue una buena oportunidad para disfrutar de gastronomía típica rusa, incluído caviar y vodka a un precio más que aceptable. Nos encantó la experiencia y de allí salimos listos para disfrutar de la noche de San Petersburgo. Acabamos en una discoteca (Rossi’s) donde bailamos, disfrutamos del ambiente y nos llevamos una visión diferente de Rusia.

Nasdrovia!

Día 4 -Iglesia de la Intercesión y últimas horas

Nos despertamos sabiendo que es el último día en San Petersburgo y que pronto nos despediremos de Rusia.

Óscar y yo aprovechamos la mañana paseando de una punta a otra bajo el sol por la Avenida Nevsky, hasta el monumento al sitio de Leningrado.

La suntuosidad a lo largo de esta calle contrastaba con lo que habíamos visto en Moscú donde también todo es a lo grande, pero más «soviético». Menos adornos y parafernalia.
Este paseo nos hizo pensar en lo visto y vivido y en lo diferente que es Rusia a otros lugares que habíamos visitado.
En San Petersburgo, cada edificio tiene adornos, tiendas enormes,lujosas y pastelerías dignas de Maria Antonieta . Cada rincón aquel día brillaba más con el sol maravilloso que se nos había regalado.
«Todo lo que brilla en San Petersburgo es oro, no solo lo parece» nos dijo nuestra guía. Ver para creer.

A media mañana nos encontramos y tras comer nos dispusimos a ir hasta la Iglesia de la Intercesión. Curiosa iglesia que encontré rebuscando por internet.

¿Qué tiene de especial?

Pues que se trata de una edificación completamente de madera y aparentemente un «clon» de la famosa Iglesia de la Transfiguración de la Isla de Kizhi (sale en varias portadas de guías de Rusia).

Para llegar tenéis que ir primero hasta la estación
Lomonosovskaya y posterioromente coger el bus K-476 o 476 (la «k» indica que es minibus). El trayecto desde que se coge el bus es de una media hora aproximadamente.

¿Vale la pena?
Nosotros creemos que sí.

La entrada al recinto es gratuita, es un lugar especial y diferente y además cuando entramos se estaba oficiando una misa.
No sé si es por esas voces de los ortodoxos y su cánticos, la cantidad de símbolos que usan o también la ayuda de que el interior fuese oscuro y de madera, iluminado por decenas de velas, pero la atmósfera era impresionante. No estuvimos durante toda la misa (duran unas 2 horas) pero en este caso a los visitantes que nos cogió desprevenidos se nos permitía salir, siempre guardando el debido respeto a los demás asistentes.

Disfrutamos de este lugar, de la nieve, del sol y de todos estos últimos momentos antes de volver hacia San Petersburgo, cenar y esperar en el hotel.
A la 1 de la mañana nos recogió el taxista que nos llevaba hasta el aeropuerto (reservamos a través de la app Yandex o Gett).

Un vuelo con varios amigos del vodka pero con pocas turbulencias esta vez y una escala dulce en Moscú, pusieron final a este viaje.

¿Recomendaría Rusia? sin dudarlo.
Y si es con nieve, creo que mejor.