Cerca de estas fechas, hace ya dos años, descubríamos y disfrutábamos de Rusia. Quién nos iba a decir que desde la ventana de nuestro salón , con las mismas vistas ya una semana, íbamos a echar tanto de menos ver algo diferente.
No tenemos tiempo, o no teníamos, para pensar en ello, para contar nuestras experiencias, para acabar este post. Y ahora, me sobra.
Llegamos a San Petersburgo a bordo del Flecha Roja, tren con nombre de película que nos acercó un poco a lo que pudo ser la Rusia de los zares, el lujo y la pomposidad. Aunque en nuestro compartimento de 4 camas estábamos más cerca de los trabajadores de segunda clase.
Nuestra vagón tenía de todo, cada centímetro aprovechado, y lo que parecían solo dos sillones se convertirían aquí y allí en cuatro camas.


El traqueteo del tren, las vías y el paisaje indescifrable en la noche nos acompañó desde la rusa Moscú hasta la más» europea» San Petersbrugo.
El revisor nos despertó a las 7 de la mañana, aunque Javi no lo necesitó porque casi no pegó ojo, y nos trajeron el desayuno a nuestra cama.
Nunca había desayunado en un lugar así, y ahora pienso que qué maravilloso sería despertarse cada día con el desayuno hecho en una ciudad diferente del mundo.
Llegamos a la estación Moskovskaya y bajamos al andén en una fría pero soleada mañana. Nos dirigimos en metro a nuestro hotel y aquí comienzan nuestros 4 días en San Petersburgo ¿vienes?
