Después de 10 días en casa, apenas teniendo como “evento” el acudir al supermercado una vez a la semana, he recordado un pasatiempo que tenía con mi hermana.

Cuando internet solo comenzaba a emerger en nuestras vidas, cuando solo intentaba facilitarnos el trabajo y abrirnos el mundo.
Antes de que absorbiese el día a día, la forma de ser o la forma de enfrentarse a la opinión de los demás de mucha gente.

Antes incluso de que muchos idealizasen la vida de un desconocido a través de una pantalla y por una (demasiado pensada y repetida) foto.

Antes de eso, cuando los dominios de moda eran “terra.com» ,“eresmas.es», palabras desconocidas para la generación Z; mi hermana y yo usábamos esto para  hacernos felices con un pequeño detalle.
A veces a diario, otras veces semanal.

¿Qué hacíamos?

Nos enviábamos “postales virtuales”.

Nos inventábamos estar en algún lugar del mundo y , tras una concienzuda búsqueda de la mano de internet explorer, nos contábamos en un email con todo detalle qué hacíamos en Venecia, Londres, Nueva Delhi, Bogotá…


Nos contábamos algún dato interesante, algo sobre la comida típica, o el lugar indispensable a visitar. Y siempre, siempre, adjuntábamos una foto de algún paisaje del lugar (contábamos donde y en qué momento la habíamos tomado).
No necesitábamos photoshop, ni poses, solo una foto robada de google imágenes para transportarnos y creernos que la otra había estado allí.

No recuerdo quién de las dos empezó ni por qué razón, pero sí que aquel mensaje en una botella con mi hermana (15 años mayor que yo), me hacía sentirme un poco más cerca de ella y un poco más especial.

Ahora, hoy, desde casa muchos años después (20 quizás), lo recuerdo y siento nostalgia y a la vez agradecimiento por despertar más aún mi curiosidad por el mundo. Por alimentarla.

Mi forma de darle las gracias es acordarme de ella en cada lugar del mundo, ahora real, y hacerle llegar una postal.

Ojalá pronto pueda volver a enviarle una (aunque me cueste días encontrar una oficina de correos como en Rusia).

Yo sigo teniendo la misma sensación de ilusión abriendo el buzón y recibiendo una, releyéndola y poniéndola en una cajita, que cuando saltaba en mi bandeja de entrada.

Ojalá volvamos a sentirlo pronto de nuevo o quizás, podamos comprarla juntas en algún kiosko, en algún lugar del  planeta.

La más hortera u original, depende cómo lo mires.
Como a nosotras nos gusta.