Escribo recién aterrizada tras 9 horas de vuelo y 9 intensos días en Cuba.

Quizás no hemos visto todos los «must» que atestan las guías de viaje, pero hemos tenido las mejores conversaciones que se puede tener, esas que cambian tu forma de pensar, que te abren los ojos y que son un jarro de agua fría en forma de realidad.

Elena y yo hemos vuelto de Cuba con sabor agridulce, cargadas de información y con la cabeza dando vueltas como después de tomarte un mojito demasiado cargado.

Dulce por la gente maravillosa que nos hemos encontrado, agrio por muchas de las cosas que hemos aprendido o descubierto. Los más sorprendente y enriquecedor es que hemos vuelto apreciando nuestra suerte y siento más orgullo de lo «nuestro».

Son tantas las conversaciones que cuesta recordarlas , pero todas tenían un denominador común: el desencanto.

Siempre con una sonrisa y buen humor fueron desmigando ante nosotras su pan de cada día. Sin embargo, la frase «aquí todo el mundo es tan feliz» escuchado de labios de una española con la que coincidimos, no puede calificarse menos que de banal.
Más que esa aparente y plena felicidad, el resumen de su situación real sería el que nos hizo Y. , un taxista de nombre imposible de recordar, que nos dijo » Nuestro vino es amargo, pero es nuestro vino» citando a Martí.

Los cubanos ávidos de hablar contarán su historia a todo aquel que les escuche. Abren su corazón y su cabeza y lo riegan con historia para demostrar que no hablan por hablar.

Quizás no todo estén descontentos, pero qué casualidad encontrarnos con una mayoría que sí. Dicen que están así por miedo, pero ese mismo miedo lo olvidan y dan una lección de realidad al turista.

Las sobremesas con nuestro «padre cubano», los viajes con G., Y. y Á. nos dejaron con ganas de saber más de un día a día difícil de conocer si estás en la tumbona de un hotel 5 estrellas.

¿Cuántos pasarán por Cuba y solo se llevarán la percepción de que es un paraíso natural? Playa, sol, mojito y habaneras.
Eso pensaba yo mientras pasábamos nuestra última noche en el Hotel Nacional tras ocho noches durmiendo en casas de cubanos. Qué diferente se ve el mundo a través de los barrotes de una jaula de oro…

Mucha gente no sabrá nunca el amor del pueblo cubano hacia el Ché y Camilo, y la desconfianza hacia Fidel y su dinastía.

 

Nunca conocerán que alguna vez ha habido revueltas y el propio gobierno manda a los jóvenes del servicio militar vestidos de paisano a disuadirlos y así los periódicos pueden despertar al pueblo con el titular «el pueblo revolucionario cubano aplasta al pueblo gusano».
Á. nos dijo que en su país la historia contemporánea se escribió hace 20 años, y que la de los próximos 20 ya está escrita.
Nos dice con una sonrisa que ni él ni nadie sabe a quien votó, solo hace falta «leer entre líneas».

No quiero dar la impresión de que todo ha sido malo, porque realmente NADA lo ha sido. Esta experiencia viviendo y hablando con cubanos ha sido de las mejores cosas que he podido vivir.

Si alguien está pensando en ir a Cuba que no lo dude, que vaya y conviva con ellos.
Como mínimo, te prometo un desayuno mejor que en un hotel y las sobremesas de después más educativas que cualquier libro de historia.

Vienen a mi mente , algo nublada por el jet lag, frases y momentos que nos impactaron e indignaron a partes iguales:

¿Imaginas en España a un dentista pidiendo por favor si le regalas una mascarilla?

Nosotras estuvimos una semana mano a mano, codo con codo, con los trabajadores del Servicio de Cirugía Maxilofacial del Hospital de Cienfuegos y vimos lo que la verdadera vocación puede conseguir a pesar de las adversidades y la escasez.

Una maravillosa profesora con máster y una especialidad cobrando 45 CUC al mes (aproximadamente 45€). Y no, el precio de la vida no es acorde. Sino no necesitarían «buscarse la vida como segundo trabajo» .

Nos fuimos dos tardes a la playa de Rancho Luna con el marido de una de las estomatólogas, trabajaba en una moto taxi. Pagamos 10CUC cada día, la mitad del sueldo de su mujer en un mes.

Aún así, ellos aman a su país ¿cómo no hacerlo? Sencillamente les gustaría «cambiar algunas cosas». Por ejemplo a Y. le gustaría que le dejasen trabajar tranquilo y no tener que aguantar malos ratos como cuando nos paró en pleno autovía la policía. ¿Por qué? básicamente «para tocar los huevos,como dirían ustedes» amenazándole con una multa.
El «pobre» policía novato se topó con un hombre conocedor de la ley y que le plantó cara «sino te comen» nos decía.

Qué duro coincidir con personas cultas, formadas, trabajadoras y luchadoras que te dicen con la misma crudeza que aman Cuba pero que al gobierno no les importa el pueblo.

¿Por qué no hay suficientes medicamentos en un lugar con maravillosos médicos?
¿Por qué en las tiendas tan solo venden A, B y C?
«Porque no les importa» acompañada de una risa resignada fue siempre la respuesta a nuestras miles de preguntas.
Cuanto más vivíamos con ellos, más necesitábamos saber.

Cuba - Habana
Á., el historiador

A pesar de las dificultades nos sentimos en un país muy seguro y nos sentimos queridas y cuidadas de corazón por nuestros «padres cubanos» .

La despedida de nuestra nueva familia fue rápida, la noche anterior cenamos juntos en un restaurante y no había carne de res «cuando yo era joven no faltaba». Ahora matar una vaca, aunque sea tuya, es ilegal. Pero ¿sabes qué? como nos diría Y. unas horas después «en Cuba no es lo quieras, es lo que hay».
Aún así bailamos y disfrutamos esa última noche en Cienfuegos y nos despedimos con pena y la promesa de volver (y enviar un poquito de jamón desde España).

Todavía nos quedaban dos días en el país y mucho por vivir.
Nos llevamos en el recuerdo la conversación en el taxi colectivo con dos españoles que se jactaban del paraíso que era Cuba y que les encantaría vivir allí, incluso pedir la nacionalidad. Y. los miró de reojo mordiéndose la lengua, nosotras no quisimos entrar en discusión , pero al contárselo al último conductor (e historiador) que nos acompañó al aeropuerto dijo en viva voz lo que habíamos pensado en aquel coche: «eso señorita, de boca de un europeo, es una falta de respeto»

¿Volveremos a Cuba? Sin dudarlo. Nos ha llegado al corazón y nos ha impactado como un choque de trenes, dos mundos tan distintos pero formas de ser muy compatibles.

La Habana nos encantó tan llena de vida y de una belleza decadente pero embaucadora. En Cienfuegos aprendimos de su gente y en las mesas, taxis y calles a disfrutar del hablar, escuchar e intercambiar inquietudes con gente muy diferente.

Si de verdad quieres llevarte un poco de este país dentro, no desayunes Cheerios en un Buffet, tira ese folleto y búscate la vida en la calle ; baila y conversa con ellos.
Párate a oír, probablemente en algún lugar alguien cante una habanera que te quite le aliento. Siente y pregunta, porque siempre habrá alguien con una buena respuesta.